¡El cuerpo de Padre Pío no tiene estigmas!
El domingo 9M terminó para los fundamentalistas católicos españoles en absoluto desastre, como si de un castigo divino se tratase. No sólo han tenido que vivir la indignidad de verse rechazados en las urnas después de haberse movilizado políticamente al máximo de lo que eran capaces sino que pocas horas antes, a las 00:00h y un minuto de ese mismo día para ser exactos, habían tenido una derrota mucho más profunda : frente al sepulcro abierto del Padre Pío, un monje capuchino muerto hace 40 años y canonizado en 2002, el Arzobispo de Manfredonia, Domenico D'Ambrosio, anunciaba lo que muchos fieles temían: ¡El Santo no tenía las llagas de Jesús!.
Por razones no del todo claras, el Vaticano había decidido exhumar al Padre Pío dejándole a la vista de los fieles por unos meses con motivo de los 40 años de su muerte. Ya entonces, en el momento de su entierro, se había rumoreado que sus famosos estigmas, los mismos que Jesús y que aquejaban al santo hombre desde su juventud, habían desaparecido y se esperaba un desmentido teniendo finalmente la posibilidad de observar directamente su cuerpo. Quién sabe si la prisa y las emoción de los doctores que habían acompañado Padre Pío en sus últimos instantes les habían privado de la serenidad necesaria para observar bien el fenómeno.
Pero no, el Arzobispo fue categórico: Ni rastro del milagro.
Ademas, para más INRI, el alto prelado declaró, habiendo estudiado minuciosamente sus manos, que éstas no sólo se conservaban perfectamente y sin heridas, sino que hasta parecían recien salidas de las atenciones de una manicura. Para alguien como el Padre Pío que había basado gran parte de su fama sobre el hecho de experimentar constantemente en sus manos el dolor de la crucifixión de Jesús y que durante 50 años afirmó perder gran cantidad de sangre por estas profundas llagas, el buen aspecto post-mortem de sus extremidades era un verdadero acto de acusación.
Todo esto puede parecer de otros tiempos, historias de poca relevancia en el mundo moderno, pero sorprendentemente no es así. El culto al Padre Pío es uno de los más importante del Catolicismo de hoy. Mueve millones de creyentes y genera un fervor que es la fuerza de base el poder política de la Iglesia. En el 2004 el gran Architecto Renzo Piano acabo la construcción de una gigantesca basílica en el sur de Italia, donde el Santo está sepultado y se ha transformado en un lugar de peregrinación muy frecuentado. Asimismo, en España, el Padre Pío está muy presente y sus pequeñas imágenes santas se ven por todas las partes.
Después de dos años enfrentándome, a veces violentamente, con mentes capaces de creer que un hombre como el padre Pío puede levitar, generar perfumes dulces, estar en dos sitios en el mismo tiempo, curar el cancer y otras enfermedades y que de sus manos, pies y a la altura del corazón mana sangre misteriosamente, he aprendido a no reirme de estas afirmaciones. Para mantener hoy en dia estas creencias, hay que tener una pasión ciega en tu Fe y esto significa rechazar cualquier duda, cualquier debilidad. Esto genera una mentalidad constantamente en la defensiva, llena de oscuros recelos y de inseguridades. Son personas muy útiles para los que les saben manipular. Muy fieles y trabajadores incansables cuando se entregan a ti: Son el material del que se hacen las sectas.
Me he dado cuenta también de que muchos laicos subestiman el potencial o las consecuencias de esta realidad . El resultado es que después, a la hora de las decisiones importantes, cuando la sociedad se define, los mismos laicos se sorprenden del poder que manejan todavía esta gente. Sobre todo que se quedan asustados por la mala leche con la que saben luchar porque ni imaginaban lo profunda, visceral e irracional que es la fe que les motiva.
He tenido que pasar por dos años de locura obscurantista para empezar a medir lo que la religión significa de verdad y esta experiencia de primera mano me permite afirmar que lo que no se halló en el Sepulcro de Pietrelcina puede ser una arma importante contra este fanatismo. Como prueba de esta afirmación se puede citar la violenta controversia que generó en Italia la publicación, a finales del año pasado, de un libro escrito por Sergio Luzzatto que demostraba, con documentos del propio Vaticano, que el monje utilizaba acido fénico para provocarse las heridas.
Hay que destacar que en España, el mundo eclesiástico tomo muy en serio esta amenaza, llenando sus medios de artículos denigrando la profesionalidad del historiador italiano, demostrando así que ciertas personas aquí son muy conscientes de la importancia política de estas supersticiones.
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